lunes, 24 de noviembre de 2014

Pesadilla cofrade: ¡ OSUNAAAAAAAA !

Libro: Pesadillas de Cofrade
Autor: Fernando García Haldón
Editorial: Jirones de Azul


Antes de que leáis la pesadilla de Osuna, queríamos aclarar por si no lo saben y evitar conflictos de que en este libro cofrade del que se extrae esta "historia" se reunen una gran cantidad de pesadillas de personajes de nuestra Semana Santa y Sevilla siendo totalmente incierto todo lo que cuenta ya que se basa de eso, pesadillas.  


Es la primera llamada de la Semana Santa. Domingo de Ramos. Iglesia del Porvenir. En el palo, Miguel Ángel Osuna. Al martillo, Antonio Santiago.
Osuna cumple este año veinticinco debajo de los pasos. Es uno de esos costaleros hechos al estilo de Mercasevilla. De los primeros, de los auténticos. Sin fijador, tatuajes, tirantes o costaleros bordados. Sin necesidad de remangarse los pantalones para enseñar las zapatillas adidas o los calcetines de Ralph Lauren. Media vida  trabajando con un costal tejido con el mimo de una madre, tela de saco cafetero y dentro, las mismas emociones que el primer día a pesar de la dura ausencia de su compañero de palo, su hermano.

El amor que siente por la faja y el costal le ha llevado a tener pesadillas con diferentes atgumentos, desde la más cómica, a la que incluso consiguió arrancarle alguna lágrima. En el grupo de las primeras recuerda aquella en la que podía verse en la Plaza Virgen de los Reyes , a la altura del Arzobispado , teniendo que salir del paso para dar relevo a la cuadrilla y al meterse entre la gente , en la bulla, cruzarse con una señora con pañuelo negro en la cabeza que identificó como la Virgen María.
Desde aquel día, cada vez que Miguel Ángel sale del paso para el correspondiente relevo, en el mismo lugar, busca el rostro que le sorprendió en su sueño. No cesará en el empeño.

En el grupo de los sueños o pesadillas con tintes cómicos, aquél en el que sustituyó las trabajaderas por las andas para portar un trono de la Semana Santa malagueña. Entonces soñaba que su puesto estaba al lado de la campana que indica el paso a los portadores y para que sis oídos no sufrieran, Osuna llevaba unos auriculares similares a los que se utilizaban los obreros para protegerse del estruendo de los martillos hidráulicos.
Es, sin embargo la que relato a continuación, la pesadilla más angustiosa de las que he tenido el veterano costalero, no sólo por su argumento sino además , por la cantidad de veces que se ha repetido en su subconsciente:
Domingo de Ramos.Iglesia del Porvenir. Los costaleros del Señor de la Victoria se disponen a realizar una nueva estación de penitencia. Costaleros aparejados ejercitándose. Otros rezan. Se preparan costales y fajas. El capataz , Antonio Santiago, atento, no pierde detalle y suprevisa a cada uno de ellos como si de un pelotón al que hubiera que pasar revista se tratara. Todos impolutos. Perfectos. Es la hora de meterse bajo las trabajaderas.

Mientras, los periodistas comprueban sus micrófonos y grabadoras para contarle a Sevilla la salida del primero de los pasos de una nueva Semana Santa. Es el momento más esperado de todo el año para los cofrades. Impacientes, desean escuchar la llamada de Antonio Santiago a sus hombres y las palabras que en forma de dedicatoria proceden a la anhelada levantá. Al lado del capataz, el pregonero, el presidente del Consejo y las autoridades militares pertinentes. Ha llegado el momento . Tres golpes de martillo. Llama el capataz, como de costumbre, a Miguel Ángel Osuna, en el último palo.

-"¡Osuna!
No hay respuesta. Segunda vez.
-"¡Osunaaa!
Sigue sin haberla.

Antonio Santiago percibe un movimiento extraño fuera del paso. Se gira para observar qué está pasando en el zanco trasero y contempla la escena. Osuna tiene sus manos en la cabeza, mira de un lado a otro, se agacha como el que busca las zapatillas debajo de la cama, vuelve a levantarse lamentándose . Se dirige a su capataz:

-"Antonio, el costal, que no lo tengo, que no se dónde está, que me lo han quitao, ay Dios mio!"

No olvidará el gesto de Antonio en su sueño: "movía la cabeza como el padre que reprende a su hijo después de un fechoría"

Antes de que volviera a llamar y no pudiera contestarle, Osuna improvisa el costal con una rebeca sin que Antonio se percate. Colocado ya en su despistada cabeza se mete en el paso con el miedo de que su último invento, el costal del ganchillo, sea descubierto por el minucioso capataz.

Ahora si:

-"¡Osunaaaaaa!"

Cuando por fin va a contestar, aún a sabiendas de los estragos que puede provocarle tantos kilos apoyados en le rebeca, nuestro costalero despierta de una pesadilla que ha conseguido que costal y costalero cada Domingo de Ramos no se separen ni un instante.

"Después de esta pesadilla no creo que pierda nunca el costal, y si así fuere, tendré que quitárselo a otro pero yo, no me quedo sin salir" concluye entre risas el protagonista.


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