viernes, 13 de marzo de 2015

MI PRIMERA VEZ DE COSTALERO, UN MAL DÍA ENTRE LÁGRIMAS

Os vamos a contar sobre estas lineas un suceso que me gustaría que leyeran y que nos toca muy de cerca. Trata de un costalero amante de este mundo y pese a no llegar ni a los diez años de experiencia conoce bien este oficio y no le tiemblan fácilmente las rodillas, hemos querido escribir estas letras para quitarnos este lastre de encima que por algún lado hay que soltarlo. Y si no os importa lo voy a contar en tercera persona...

LLevaba varios años sacando cofradías pero ninguna de la Semana Santa de Sevilla, cofradías de barrio, de gloria y de pueblos aledaños a la ciudad, unas más duras que otras. A esta persona dada la amistad que se crea en las cuadrillas le van inculcando y hablando de un palio en concreto del Jueves Santo, un palio que desde primera hora le llegan a los oídos que es de los más duros, cosa que le asusta dada su poca experiencia por más que digan que él es bueno. Pasa el tiempo y le comentan el que asista, que el debe de ir allí con ellos y "meter cabeza" que vale para esto, y así fue. Llegó aquel año la igualá, y cual fue la sorpresa que el capataz cuando empieza a mirar los nuevos lo llama y lo iguala en tercera, la alegría es descomunal, ya quería empezar a ensayar, llamó a su gente , su familia, el sueño que desde pequeño tenía se iba a ser realidad, salir de costalero en Sevilla. Los ensayos comienzan, aquello se nota que es muy diferente a lo ya vivido anteriormente, aquello es psicológico y de echarle casta en todas las manos si no te hunde.
Este costalero le coge a aquello el gusto, rodeado de un ambiente sano rápidamente se hace hermano de dicha corporación,  y aunque haya peleas mas duras que otras lo lleva con normalidad. Por desgracia tuvo que esperar dos años a sacar ese palio dado que el Jueves Santo por motivos meteorológicos se quedó en casa.
Llega el año 2013, comienzan los ensayos y se comenta para animar al personal que ese año salían y que daba bueno, y por suerte o por desgracia así fue, salieron.
 Llegó el día de salida, este costalero nos comenta que no sabía si creía que sería por los años anteriores quedándose en casa arruinando su esperado sueño o por algún tema personal ese año no llega con la misma fuerza e ilusión de los dos años anteriores, va un poco confiado y no va preparado psicológicamente para aquella dura "corría".
Se abren las puertas de la iglesia y el nervio se apodera de él, sabía que sería un año especial y que ese día, esa Virgen,ese palio y esa cuadrilla marcaría su vida para siempre. La cofradía sale a la calle y en principio todo con normalidad pese a darse cuenta de que la historia a cambiado mucho, y que ese peso que soporta no era el mismo al de los ensayos. Desde la primera levantá frunce el entrecejo, sorprendido dado el aplastamiento descomunal sobre la ropa, la pariguela era diferente y más grande, la comodidad era mayor aunque asegura que no sabía como ponerse. Aquello desde primera hora ya le estaba comiendo la cabeza. Llegó la hora del relevo, un poco flipando dada la cantidad de gente y lo bonito del día, de momento, no le ocupa en su cabeza más que disfrutar y piensa que si busca a sus padres apartándose de su cuadrilla por un momento, quizás, le venga arriba en ánimo. 
Hacía bastante calor, cada trabajadera tenía un pico y se decidió que cada costalero se quedaran fuera un relevo completo y así no quebrarse mucho el coco. Nuestro protagonista decidió que el segundo se quedaba fuera, porque le hacia ilusión hacer Campana, Catedral y calles punteras de disfrute, lo que lo enfrió durante aproximadamente hora y media y dada su poca relación con la cuadrilla alta se vio sólo durante ese tiempo que para él no fue tan largo. Justo antes de entrar en el Duque tras mucho tiempo sin meterse debajo, lo vuelve a hacer, y otra vez.. aquello empeora cada vez más, nos dice con lágrimas en los ojos que siendo la hora que era y lo que quedaba por delante, mentalmente ya le había ganado y por más que apretara los dientes no había manera de ir agusto bajo aquello. Recuerda de la Campana como sus rodillas no había maneras de ponerlas derechas, tras levantar el paso y andar de frente no duraban rectas más de dos metros. Esta persona comienza a tener un bajón tremendo, piensa que no está aportando nada a su cuadrilla, y es lo que más le preocupa,  que él no vale para esto, que todo el sueño y palabras buenas que le decían la gente se estaban desvaneciendo, que quería que aquello acabara ya e irse a su casa, No estaba disfrutando absolutamente nada... 
Mientras nos lo cuenta, tiene que parar varias veces para tragar saliva, le está costando. Nos dice que empezó a oscurecer y que en cada relevo buscaba un rincón solitario donde quitarse el costal y hartarse de llorar, le estaba doliendo demasiado el pensar que no aportaba nada a la cuadrilla y que había compañeros que por él, su pelea era aún más dura. No sólo sentía el no ir bien de piernas, si no que le comenzó a doler la rodilla y su espalda ya que intentaba como sea ir derecho aunque su salud le costará aquel día. El tiempo lentamente pasó para él y llegó aquel día a su fin, justo en el último relevo, un hermano de varios años en la hermandad preguntó a su palo si alguien le haría el favor de salirse, que sería su último año bajo su Virgen, y quien decidió irse fue nuestro protagonista sin pensárselo, se salió  y miró a la virgen pidiéndole interiormente disculpas y una vez más se perdió en la mágica noche del Jueves Santo, ni siquiera se molestó en ver la entrada ni recoger el bocata, ni despedirse de su gente, la Semana Santa de ese año acabó en ese instante, no volvió a salir de su casa.

Al año siguiente realizó el primer ensayo de la cuadrilla, y ya nada fue igual, tras concluir y llegar a casa, llamó al capataz y le comunicó que no seguía, quería dejarle el hueco a un amigo suyo que igualaba en el mismo palo y no le daban la oportunidad de entrar por no haber sitio, ese sitio que él pensaba que no lo merecía por no habérselo ganado el año anterior. Nadie de su entorno lo entendió porque este no daba explicaciones ya que sentía vergüenza de si mismo. No volvió a ver fotos ni vídeos de aquel día, nos dice que aún no puede visitar las imágenes en la iglesia cualquier día del año porque no es agradable para él el recuerdo, tampoco volvió a asistir a los ensayos para ver a su gente y que tan sólo el pasado Jueves Santo se atrevió a ver la cofradía en la calle y le costó más de un suspiro aunque no niega la alegría de saber que su puesto estaba bien cubierto. Hoy día no ha vuelto a sacar nada en Sevilla pese a creer que desde entonces ha mejorado mucho y tiene cualidades para responder a la exigencia, se ha presentado a varias cofradías que son sus preferentes, él sabe que no es de los que van disfrazados de costalero y pasan lo años y siguen engañando al personal, que el siente afición al oficio y le duele no trabajarlo por derecho. Sin duda un ejemplo a seguir, una historia dura de la que muchos deberían de aprender. 

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