martes, 20 de octubre de 2015

EL ADIÓS DEL COSTALERO


LIBRO: ¡VENGA DE FRENTE!
AUTOR: JUAN MARÍA GALLARDO
EDIT: ABEC EDITORES

Quizás el trance más triste que tengan que vivir los costaleros, sea su retirada. Estamos hablando de costaleros con mayúsculas, e incluimos en ese grupo a aquellos hombres que han sentido orgullo con el trabajo realizado, aquellos que se han entregado en cada "chicotá" y no han escatimado una gota de sudor como humilde entrega a su devoción . Bendita la afición al costal y al trabajo sencillo y humilde, sin que en estos día reciba más remuneración que la espiritual.



Es el propio costalero el que mejor que nadie sabe cuando le ha llegado la hora de retirarse. No deberíamos ver jamás a peones que han sido modelos o casi ídolos de una cuadrilla y ejemplo para los que se han ido incorporando pasar fatigas personales, no poder con los kilos, sin que se esté en un momento de apuro para todos y sólo sea él mismo quien no encuentre el lugar de donde sacar las fuerzas que tuvo antaño.
No hay fecha de caducidad ni años que sean frontera entre el salir de costalero y tener que despedirse. Históricamente ha habido hombres que debido a su condición física y a su trabajo del día a día han sido capaces de estar en activo hasta pasados los cincuenta de edad, en cambio, otro han preferido irse antes de que la temida guadaña se haya hecho presa de ellos.

Todos han sido y sería costaleros, porque el costalero, el que ha sentido alguna vez la trabajadera sobre el cuello y ha estado inmerso en la batalla de llevar un paso a la Catedral y repartir su peso entre un equipo de hombres valientes, es costalero para siempre. Esos que sin miedo han estado dispuestos a batirse el cobre en cada "levantá" , en cada "arria" , encada mecida, esos son costaleros de por vida. Aunque se retiren, ese título, a pesar de ser voluble y no poderse palpar, es equiparable en otro a los kilos que ha soportado en sus años de carrera, No hay mejor pedestal para el trofeo de cada costalero que su memoria y su vivencia. En la cima del reconocimiento , los afortunados que han tenido la oportunidad de trabajar con un hijo o familiar directo, y han dejado su herencia latente en su cuadrilla.

Benditos sean aquellos costaleros que han dedicado "chicotás" a las "monjitas" , que es como conocemos en Sevilla a las mujeres que entregan su vida a Dios y al prójimo , a los que navegan en dudas... sólo el recuerdo de alguna de ellas, es suficiente para saber que ha merecido la pena el esfuerzo y el sacrificio.
No obstante, hay veces en las que el capataz se siente en la obligación de comunicar a un costalero que su etapa ha acabado, y no es plato de buen gusto, porque a nadie satisface transmitir una mala noticia. La falta de asistencia a la igualá" o a los ensayos suelen ser el desencadenante. A veces , los costaleros exageran una posible excusa o inventan otra para dejar acudir a las citas previstas y esos hechos, una vez conocidos por el responsable , pueden dar lugar a la expulsión.

En otros casos son la mala fe, las envidias, los recelos o incluso las equivocaciones las que dan lugar a que un costalero deba abandonar una cuadrilla, sin que existan motivos justificados. Y en este mundo del costal también hay lugar para las injusticias.
Queremos acabar las páginas de este capítulo , rindiendo homenaje con los mayores honores posibles a dos costaleros, dos hombres que realizaron la máxima entrega que puede hacer un ser humano; dos hombres jóvenes que entregaron su vida saliendo de costaleros.

Sirvan estas letras de reconocimiento a José Portal y Juan Carlos Montes, quienes fallecieron bajo las trabajaderas en 1986 y 1999 respectivamente . José era, y siempre será, costalero de San Bernardo y trasladaba su trabajo desde La Alfalfa hasta el cielo, el aquella trágica tarde de Miércoles Santo. Juan Carlos salía, y lo seguirá haciendo cada año, en Las Aguas y su última "chicotá terrenal" la daba en el mismo Arco del Postigo un Lunes Santo que se vistió de luto. Ambos eran de las cuadrillas de Cristo y ambos produjeron estremecimiento en el mundo cofrade por lo trágico de sus despedidas.

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